Autor: Sánchez Cubillo.
Lo primero que me atrajo de UN DÍA DE MIERDA fue el título. ¿Quién no ha tenido uno? Es más, ¿quién no ha tenido varios? Y seguramente los que nos quedan. Así es la vida, como esta obra, un cóctel de emociones que no deja indiferente. El protagonista no tiene nombre y eso también atrae (y mucho). Te identificas con él desde el primer instante, podríamos ser cualquiera de los que estamos al otro lado del papel, escudriñando esta historia.
La obra al principio resulta un poco caótica. Nos la cuenta un narrador omnisciente (el que todo lo ve y todo lo sabe), en tercera persona y en pasado. Por un lado, narra un día en concreto en la vida del protagonista, su día de mierda; por el otro, el pasado que le ha hecho llegar hasta ese día y sentirse así. Las escenas se intercalan desde el comienzo y, además, se apoyan en pequeños fragmentos relacionados con la fábrica en la que trabaja el protagonista. La evolución que crea a través de los fallos de las máquinas marca, a su vez, un periodo de diez años que ayuda a perfilar en nuestra mente la vida del hombre sin nombre. Mi recomendación es que, aunque al principio cueste cogerle el hilo, hay que darle una oportunidad. Conforme avanzas en la lectura, las tres partes encajan y conforman un todo con muchísimo sentido.
Es una novela muy corta, de tan solo un centenar de páginas, y encierra un drama profundo difícil de explicar en tan poco espacio. Hay un capítulo en concreto en el que pasan tantas cosas que he tenido que leerlo dos veces para interiorizarlo como es debido. La historia de amor es brutal, lo mismo que las sensaciones que se provocan en el lector. Lo peor de esta aventura —intensa, horrible y bella a partes iguales— es que podría ocurrirnos a cualquiera de los que la leemos. Por eso toca, revuelve y acojona.
Las reflexiones se suceden una tras otra y tratan temas tan diversos como las redes sociales, los velatorios, las cosas que simplemente se hacen, el destino, las mentiras, el miedo, los recuerdos, la supervivencia, la paciencia, la responsabilidad, los sueños. Quizás mi yo autor hubiese elegido un narrador en primera persona. Me hubiese gustado más que esas reflexiones fuesen del propio protagonista y no de un narrador externo que observa. La mayoría están en presente y puede ser uno de los motivos por los que te sales un poco, y sin quererlo, de la historia. Sin embargo, ni siquiera eso le resta carga emocional.
En resumen, el principio y la elección del narrador puede provocar que nos perdamos un poco en la trama, pero se logra coger el hilo si se le da la oportunidad y no te deja indiferente si llegas hasta el final. Pocas novelas me han hecho sentir y pensar tanto en tan poco espacio e invirtiendo tan poco tiempo.
Y una última cosa, me he encontrado con varias frases de las que te echan el alto y te invitan a que las disfrutes más de una vez. Os dejo solo un ejemplo y así unto un poco de miel en vuestros labios: “Los nervios hacían que el tiempo viajara lento”.